Fábula: El hombre que se disfrazó de bailarina
Una gran fiesta se celebraba en la gran corte de un rey. Iba
a comenzar la danza, pero sucedió que la bailarina enfermó de gravedad. Nadie
quería decir al rey lo que había sucedido, pero tampoco encontraba otra bailarina
para sustituir a la enferma. Entonces los colaboradores cercanos al soberano solicitaron
a uno de los sirvientes que se disfrace de bailarina y se pintase y ataviase
como tal. Así lo hizo y, como una bailarina, bailó ante el rey.
La pregunta es: ¿el sirviente dejó, mientras actuaba, de
saber que era un hombre y no la mujer a quién representaba en el disfraz?
No es posible responder, pero el ser humano común es como si
el sirviente se hubiera creído ciertamente que era una mujer por una completa
identificación y una total falta de autoconsciencia. El ser humano se
identifica con su cuerpo, su mente, su nombre y su forma y pierde a su
Sí-mismo. Tanto se identifica con la máscara de su ego, con la vestidura de su
personalidad, que se olvida de su puro y legítimo ser interior.